De vuelta, una noche fría, las manos temblaban, el corazón aún golpeaba con fuerza el pecho, más de alegría que de miedo. Más de soberbia que de espanto. Mi camisa manchada de sangre, sangre especial, sangre liberadora, era llave a mi redención y mi gloria. Ascendido a la mañana siguiente, sin enemigos más que mis víctimas desprendidas del dolor.
Solos, la gloria y yo, besándonos sin pudores, recorriendo nuestros cuerpos poseídos por la lujuria que nos unía. Una, dos y tres horas estuvimos mintiendo amores. Mis ojos buscaban la daga de su capricho, la lujuria es una amante caprichosa, volátil y siniestra, pero es la mejor.
-¿Quieres beber un whisky?-le dije mirándola a los ojos-por nuestro amor.
-Quiero que me jures que me dejarás partir cuando no me ames-con más expresión de deseo que de tristeza-.
-Nunca dejaré de amarte.
Luego de un rato hacíamos el amor a contraluz de la ciudad, yo me reía de su hipocresía, nadie abandona la gloria, es ella la que lo hace. Me reía de su excesiva sensibilidad, que en vez de alimentar mi morbo, me hacía creer que era una mentirosa de primera. Mejor callar la conciencia y dejar pasar los momentos en medio de la repetitiva escena. Al fin sellado todo, salí a dar una vuelta por la ciudad, solo, armado sólo con la valentía de sentirme poderoso. Busqué un amor furtivo, daba lo mismo su precio, su procedencia, daba lo mismo su calidad o su apariencia. ¿Cómo puede el amor de una mujer tranzarse de una manera tan baja?, más aún, ¿cómo podía yo ser aval de ello?
Volví a casa, pensativo. La vida de la gloria quita libertad. No hay placer puro, ni alegría plena, es el karma que me golpea. La gloria a este costo tiene un costo, lo pagaré.
Solos, la gloria y yo, besándonos sin pudores, recorriendo nuestros cuerpos poseídos por la lujuria que nos unía. Una, dos y tres horas estuvimos mintiendo amores. Mis ojos buscaban la daga de su capricho, la lujuria es una amante caprichosa, volátil y siniestra, pero es la mejor.
-¿Quieres beber un whisky?-le dije mirándola a los ojos-por nuestro amor.
-Quiero que me jures que me dejarás partir cuando no me ames-con más expresión de deseo que de tristeza-.
-Nunca dejaré de amarte.
Luego de un rato hacíamos el amor a contraluz de la ciudad, yo me reía de su hipocresía, nadie abandona la gloria, es ella la que lo hace. Me reía de su excesiva sensibilidad, que en vez de alimentar mi morbo, me hacía creer que era una mentirosa de primera. Mejor callar la conciencia y dejar pasar los momentos en medio de la repetitiva escena. Al fin sellado todo, salí a dar una vuelta por la ciudad, solo, armado sólo con la valentía de sentirme poderoso. Busqué un amor furtivo, daba lo mismo su precio, su procedencia, daba lo mismo su calidad o su apariencia. ¿Cómo puede el amor de una mujer tranzarse de una manera tan baja?, más aún, ¿cómo podía yo ser aval de ello?
Volví a casa, pensativo. La vida de la gloria quita libertad. No hay placer puro, ni alegría plena, es el karma que me golpea. La gloria a este costo tiene un costo, lo pagaré.